El consultor en comunicación Carlos Chaguaceda sostiene, en su ensayo «El mono feliz», que «los españoles somos ahora más felices que en 2010» porque, con la crisis, la sociedad española ajustó sus prioridades y buscó otros resortes para ser felices.
Carlos Chaguaceda, experto en comunicación, márquetin y publicidad, publicó en 2011 «El parche del Príncipe» y fue ganador del premio EFI de comunicación. Además, ha sido presidente del Instituto Coca-Cola de la Felicidad y responsable de la organización de varios congresos internacionales sobre este tema.
En su ensayo «El Mono feliz» (Plataforma Actual), con prólogo de Eduardo Punset, el autor vuelca numerosos estudios sobre el comportamiento del cerebro y las emociones, convencido de que éstas son las que nos hacen a cada uno diferentes e irrepetibles.
De estos análisis deduce que el umbral de felicidad de los españoles no tiene una correlación directa con la crisis, ha explicado a Efe.
Tras la burbuja inmobiliaria, cuando se sobrevaloró lo material, «la sociedad española ajustó sus prioridades, se apretó el cinturón y buscó otros resortes para ser feliz, como puede ser la solidaridad», explica Chaguaceda.
El autor del ensayo recoge, entre otros, un informe del Instituto Coca-Cola de la Felicidad, según el cual en 2007, el 78 % de los españoles se consideraban felices cuando la burbuja económica provocaba entusiasmo entre la población.
Según este estudio, el índice de felicidad descendió al 50 % en plena crisis tres años después y, sin embargo, ascendió hasta el 54 % en el año 2013, cuando todavía estábamos sumergidos en plena depresión económica, subraya Chaguaceda.
«Cuando las personas superan su umbral de mínimos, que alcanzaría los 20.000 euros para una renta familiar de cuatro personas, la felicidad no tiene una relación directa con la pobreza, porque no son el doble de felices que cuando ganan 40.000 euros», asevera Chaguaceda.
A partir de su experiencia profesional, Chaguaceda (León, 1966) subraya que en esos 20.000 euros se incluye «un umbral de mínimos, más un extra de supervivencia», según un estudio sobre la materia elaborado en Estados Unidos.
Chaguaceda resalta que los españoles, históricamente, hemos sido un pueblo feliz y está convencido de que la alegría no se puede fingir.
En este sentido, asegura que, aunque en el mundo hay millones de personas, «tan solo hay siete tipos de sonrisas verdaderas, porque una sonrisa falsa se detecta a la primera y se convierte en una mueca».
En su opinión, los actuales niveles de depresión, que ha definido como la enfermedad de los países ricos, están muy relacionados con el aumento «brutal» de la longevidad.
Chaguaceda ha reflexionado que cuando una persona tiene su nivel de confort resuelto puede sentir «el vacío» y pensar que no puede dar sentido a su vida, lo que le puede conducir a la depresión porque sabe que aún le quedan muchos años de vida.
Con relación a la sintonía que se detecta entres los seguidores de un club de fútbol, el autor cree que este deporte aúna «lo mejor y lo peor del ser humano», ya que tanto puede convertirse en una escuela de valores como en una simple pugna por vencer.
«El fútbol es lo que hemos querido que sea; no en vano, Coca- Cola se vende en 207 países y la Fifa tiene 214 países en su seno; como somos seres racionales y las emociones se contagian, el fútbol se convierte así en un símbolo de nacionalidad conjunta», asevera.
Pese a no ser políticamente correcto, Chaguaceda está convencido de que «cuanto más populares son los deportes, como el fútbol, más se convierten en un símbolo de vía rápida de ascenso social, algo que decrece en otros deportes más sofisticados o intelectuales».